21
julio de 2013
Cuaderno
del bebedero
Ayer
tarde, a pesar de las elevadas temperaturas, decidimos visitar el bebedero de
La Fontanita, el cual se ha cubierto de un verde limo. Entre sus entresijos
nadan pequeños renacuajos y escarabajos acuáticos y numerosas aves lo visitan
para satisfacer sus necesidades de agua, mucho más teniendo en cuenta el
peligro de deshidratación con estos calores. Algunos mirlos jóvenes (Turdus merula), junto con otro
inmaduro de pinzón vulgar (Fringuilla
coelebes) son los primeros en llegar. Poco después, un pequeño
bando de gorriones comunes (Passer
domesticus) da cuenta de las pipas de girasol esparcidas y
algo más tarde un precioso carbonero común adulto (Parus major) se acerca furtivamente para
llevarse algunas de estas semillas. No faltaron los pequeños herrerillos
comunes (Cyanister caeruleus),
todos ejemplares jóvenes que mostraban sus dotes acrobáticas en las ramas
que se hunden en el bebedero. El siguiente en aparecer fue un
verdecillo (Serinus serinus) que
tras beber se aleja. Seguidamente, un trepador azul (Sitta europea) muestra su mal genio con los
gorriones que comen mientras él agarra con su pico las pipas de girasol. Gran
sorpresa la de un ejemplar joven de picogordo
(Cocotrhaustes cocothraustes) que, fugazmente, se posa en el
borde para alejarse al poco tiempo; grande y corpulento como los adultos.
Al
caer la tarde y mitigarse el sofocante calor, la iluminación hacía inútil
seguir intentando fotografiar a nuestros amigos alados, razón por la cual me limité
a contemplarles oculto desde el aguardo, deleitándome con el único ruido de
fondo del silencio de las sierras montanchegas. Sólo hay dos palabras que se me
ocurren para definir ese momento: paz y armonía. No conseguí ninguna foto que
mereciera la pena; tuve un mal día, pero todo ello se compensa con la
posibilidad de observar la vida salvaje de nuestros campos a un par de metros,
lejos del ruido, las malditas ciudades y el aire viciado.