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lunes, 22 de julio de 2013

Refrescándose en el bebedero

 
21 julio de 2013
 
Cuaderno del bebedero
 
Ayer tarde, a pesar de las elevadas temperaturas, decidimos visitar el bebedero de La Fontanita, el cual se ha cubierto de un verde limo. Entre sus entresijos nadan pequeños renacuajos y escarabajos acuáticos y numerosas aves lo visitan para satisfacer sus necesidades de agua,  mucho más teniendo en cuenta el peligro de deshidratación con estos calores. Algunos mirlos jóvenes (Turdus merula), junto con otro inmaduro de pinzón vulgar (Fringuilla coelebes) son los primeros en llegar. Poco después, un pequeño bando de gorriones comunes (Passer domesticus) da cuenta de las pipas de girasol esparcidas y algo más tarde un precioso carbonero común adulto (Parus major) se acerca furtivamente para llevarse algunas de estas semillas. No faltaron los pequeños herrerillos comunes (Cyanister caeruleus), todos ejemplares jóvenes que mostraban sus dotes acrobáticas en las ramas que se hunden en el bebedero. El siguiente en aparecer fue un verdecillo (Serinus serinus) que tras beber se aleja. Seguidamente, un trepador azul (Sitta europea) muestra su mal genio con los gorriones que comen mientras él agarra con su pico las pipas de girasol. Gran sorpresa la de un ejemplar joven de picogordo (Cocotrhaustes cocothraustes) que, fugazmente, se posa en el borde para alejarse al poco tiempo; grande y corpulento como los adultos.
Al caer la tarde y mitigarse el sofocante calor, la iluminación hacía inútil seguir intentando fotografiar a nuestros amigos alados, razón por la cual me limité a contemplarles oculto desde el aguardo, deleitándome con el único ruido de fondo del silencio de las sierras montanchegas. Sólo hay dos palabras que se me ocurren para definir ese momento: paz y armonía. No conseguí ninguna foto que mereciera la pena; tuve un mal día, pero todo ello se compensa con la posibilidad de observar la vida salvaje de nuestros campos a un par de metros, lejos del ruido, las malditas ciudades y el aire viciado.
 

viernes, 12 de julio de 2013

Verderón común; un oportunista

Este macho de verderón común se acerca al bebedero de La Fontanita (Montánchez) para refrescarse. La fotografía fue realizada el pasado verano de 2012

Las transformaciones que el hombre ha producido en los primitivos hábitats provocaron que determinadas especies animales y vegetales colonizaran con gran éxito los paisajes culturales generados por las actividades agrícolas y ganaderas. La proliferación de plantas que se desarrollan sin control en el extrarradio de los pueblos y ciudades y en los entornos agrarios - cardos, rabanillos, zurrones de pastor- favoreció a un grupo de aves que se especializó en alimentarse de las semillas de estas "malas hierbas": los fringílidos. El verderón común (Carduelis chloris) es un ejemplo perfecto de esta adaptación, habiéndose convertido en uno de los pájaros más frecuentes en nuestros pueblos y ciudades. Su pico grueso y cónico le sirve para extraer las negras semillas de los cardos que se expanden por cualquier lugar.  No tardan en colonizar cualquier espacio urbano donde las citadas plantas se desarrollan, anidando en cualquier arbolillo callejero. Su canto monótono pero alegre y vital deleita a los habitantes de los pueblos y ciudades. Faltaríamos a la verdad si no reconociéramos que esta cercanía con las criaturas silvestres, incluso en lugares bastante insulsos, nos genera cierto alivio a quienes no podemos prescindir del contacto con la naturaleza.