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domingo, 4 de marzo de 2018

Sapos y amagos de primavera

Tras la atroz sequía de la última temporada, las copiosas lluvias de la noche de ayer me incitaron a realizar un pequeño recorrido nocturno por los aledaños de Mérida. Pastizales, dehesas y pequeñas corrientes de agua son invadidas por esas carreteras que el ser humano traza para poder llegar a cualquier lugar. Estas arterias son atravesadas  por ranas, sapos y salamandras que, con la lluvia vivificadora, y al calor de unas temperaturas más suaves, salen de sus escondrijos para capturas sus pequeñas presas y buscar las charcas y aguarrales en los que poder aparearse.
En mi breve recorrido por los alrededores del embalse de Proserpina fracasé en el intento de encontrar al pequeño Alytes cirsternarsii, el sapo partero ibérico; un pequeño sapito endémico del suroeste de la Península Ibérica que halla en nuestra comarca la mayor concentración de su población. No obstante, la vida silvestre siempre depara sorpresas al que se llena de ilusiones con cualquier explosión de vida. Hallé ejemplares de sapo común (Bufo bufo) y de sapo de espuelas pardo (Pelobates cultripes). El primero es el anuro de mayor tamaño de Europa y, como todos los miembros de la familia bufonidae, tiene la característica piel arrugada y unas notorias glándulas parotoideas, donde se concentran las toxinas que repelen relativamente a sus depredadores. La segunda especie tiene la piel lisa y unos llamativos ojos de pupila vertical. Pero lo más característico son las protuberancias córneas de sus extremidades posteriores, las cuales las utiliza para cavar y ocultarse en la tierra húmeda.
Los anfibios son un hito en la historia evolutiva, pues representan un eslabón intermedio entre los peces y los reptiles que logró conquistar la tierra firme hace unos 300 millones de años, cuando aún no existían los dinosaurios. Es decir, son los primeros animales vertebrados que lograron abandonar el agua. Su adaptación incompleta a la vida terrestre los convierte en un amago de lo que quisieron ser y no pudieron. Un capítulo fascinante de la lucha por la existencia en una naturaleza que admiramos. Su piel húmeda y permeable es muy susceptible a los venenos agrícolas como el glifosato, por ello muchas especies de anfibios están desapareciendo del planeta. Ofrecen un servicio inestimable al agricultor al consumir invertebrados perjudiciales, sobre todo los que atacan a las verduras y hortalizas de huerta. En nuestras latitudes sólo existen alrededor de una docena de especies, incluyendo también a las salamandras y los tritones. En cambio, en los trópicos, donde se dan las condiciones óptimas para que se medren estos animales, el número de ellas se multiplica de forma asombrosa. En países como Honduras o Costa Rica, por poner dos ejemplos, el número de especies pertenecientes a las ranas arborícolas del género Hyla y de otros afines sobrepasa fácilmente el centenar, mientras que en Extremadura sólo contamos con dos especies. En cualquier caso, cuidémoslas. Son animales fascinantes, beneficiosos y completamente inofensivos. Dejémonos llevar por las sorpresas de una noche lluviosa.
 Sapo común (Bufo bufo), Mérida, inmediaciones del embalse de Cornalvo, 3 marzo 2018
 Detalle de cabeza y glándulas parotoideas
Sapo de espuelas pardo (Pelobates cultripes), Mérida, inmediaciones del embalse de Cornalvo; 3 marzo 2018
Detalle de cabeza y ojos con pupila vertical

miércoles, 31 de agosto de 2016

Pico menor







El más pequeño de los pájaros carpinteros europeos, el pico menor (Dendrocopos minor), era una especie de difícil detección, o al menos, así parecían confirmarlo las escasas citas de muchos observadores, hasta que a partir de finales de la década de los noventa, su presencia comenzó a ser registrada con mayor regularidad, no sólo en los hábitats a priori más genuinos  (rebollares, castañares y otras formaciones caducifolias), sino también en las dehesas del suroeste de Badajoz y demás hábitats similares de la Baja Extremadura. Su presencia también se constata en huertos y el paisaje mosaico característico del extrarradio de los pueblos, donde la abundancia de árboles frutales semiabandonados, con muchas ramas y troncos carcomidos donde buscar invertebrados, parece favorecer a la especie. Este ejemplar daba la impresión de ser una hembra con su pío plumaje, no obstante, si observamos con atención su píleo podremos comprobar cómo conserva algunas plumas rojas que caracterizan al macho. Supongo que en estas fechas de mediados de agosto, cuando fue tomada la fotografía, se encuentran en plena muda. Después de varios años visitando este bebedero de Montánchez (Cáceres) sólo en esta ocasión he logrado capturar con la cámara a este duendecillo alado del bosque.

martes, 23 de febrero de 2016

Anfibios y preludios de la nueva estación. Una visita al estanque



 
 
 
 
 
 
Rana verde (Pelophylax perezi), soberbio ejemplar de unos 15 centímetros de longitud; Montánchez (Cáceres), 22 febrero de 2016
 
 
 
 
 
 
 

Detalle del ojo y tímpano

 
 
 
 
 
 
 
 
Las albercas y antiguos aljibes de molinos harineros forman parte de paisaje, al igual que múltiples manifestaciones de una arquitectura tradicional fuertemente constreñida por el medio ecológico. Todos estos inmuebles e ingenios, aunque hayan perdido en muchos casos su cometido originario, pueden resignificarse gracias a la nueva funcionalidad que pueden adquirir, una de ellas es la de convertirse en valiosas microrreservas para la fauna, y más concretamente para los anfibios, vertebrados de sangre fría, descendientes de aquellos primeros tetrápodos que evolucionaron a partir de una antiquísima estirpe de peces que logró salir del agua y desarrollar respiración pulmonar hace alrededor de 370 millones de años, en el Paleozoico, cuando aún no se había desarrollado la clase de los reptiles, la cual dominaría las tierras emergidas durante un largo período de la evolución biológica.

Esta tarde, el olivar y el huerto de La Fontanita en Montánchez (Cáceres) se cubrían del amarillo de las plantas compuestas, de geranios silvestres y de fumarias. Mientras, una gran águila culebrera sobrevolaba majestuosa e impresionante el paraje, y una de las primeras mariposas olmeras despierta de su hibernación para buscar restos de frutas para libar y así obtener el dulce vital. El canto monótono y a la vez musical del carbonero común se perdía en la profundidad de las encinas y alcornoques. El pequeño estanque del olivar, rebosante de agua limpia y cubierto en su superficie por una capa de limo, dejaba contemplar el celo de los tritones pigmeos (Triturus pygmaeus), pues los machos dejan ver su característica cresta caudal mientras las hembras muestran sus partes ventrales abultadas, señal inequívoca de que albergan en su interior los embriones que han de ser fecundados por sus compañeros. Del mismo modo, el tritón ibérico (Lissotriton boscai), otra especie con la que comparte hábitat, hace lo propio perdiéndose bajo el líquido elemento. También el gallipato (Pleurodeles waltii), el anfibio urodelo más grande de Europa, nada en las profundidades del estanque para buscar presas, entre las cuales pueden estar las larvas de los otros tritones, también observables con sus características branquias plumosas, e incluso las de su propia especie.

No podían faltar las prolíficas ranas verdes (Pelophylax perezi), pieza clave de las cadenas alimentarias de nuestros ecosistemas, habida cuenta del amplio elenco de depredadores que la incluyen en la búsqueda de su pitanza, siendo también ellas voraces cazadoras de insectos y otros animalillos. En esta ocasión, me encuentro con un imponente ejemplar de algo más de 15 centímetros, robustas extremidades posteriores, y con una pigmentación muy oscura. Como mecanismo de defensa pasiva, pliega la cabeza contra el suelo e hincha el abdomen para dar la impresión de mayor tamaño, algo que también hacen los sapos comunes y sapillos pintojos y que puede actuar como maniobra disuasoria frente a determinados depredadores.

 

domingo, 27 de septiembre de 2015

Mito y otros visitantes del bebedero



Esta avecilla minúscula la observaremos en todo tipo de espacios forestales, si bien tiene especial predilección por los bosques de coníferas. Su distribución geográfica abarca toda Europa, desde buena parte de Escandinavia hasta el Mediterráneo, incluyendo las Islas Británicas. Su larga cola y su especial mansedumbre, pues se deja acercar a escasa distancia, dejarán un recuerdo imborrable en el amante del campo que la contemple por vez primera.
En esta época del año forma bandos que vagan por la campiña en busca de alimento. Aunque el otoño ha llegado y nos deja unas tardes considerablemente más cortas, las aún altas temperaturas provocan que los abrevaderos sean visitados con asiduidad por numerosas aves. En algunas de las fotografías colgadas se observa algún ejemplar empapado, tras darse el correspondiente chapuzón en nuestro habitual bebedero de Montánchez (Cáceres), donde han sido tomadas estas imágenes el pasado 26 de septiembre.
En Extremadura abunda en las áreas forestales cacereñas como los robledales del norte y los pinares del Tiétar, observándose algunas ausencias en las áreas despejadas de Los Llanos. Del mismo modo, en Badajoz es escaso en las áreas de regadío pero frecuente en las áreas forestales del noreste y suroeste.
Además de los  mitos, las dos tardes consecutivas que visitamos el bebedero se acercaron a refrescarse numerosas especies. La más prolífica de todas, sin duda, el herrerillo común, pero también pudimos deleitarnos con el siguiente rosario de aves: trepador azul, mirlo común, petirrojo, curruca cabecinegra, escribano montesino, pinzón vulgar, verdecillo, verderón común, jilguero, pardillo común, arrendajo y rabilargo.
Debajo de las imágenes de los preciosos mitos os dejo algunas que logré captar de otros visitantes. Me ha llamado la atención no observar mosquiteros y papamoscas cerrojillos, pues estamos en plena época de paso postnupcial. Es de suponer que habrá sido una circunstancia casual. El que no ha faltado ha sido el petirrojo; los primeros ejemplares llegados del norte han hecho acto de presencia en este rinconcito de la sierra montanchega
Todas estas aves pertenecen al gran orden de los paseriformes. Algunas son sedentarias, como los fringílidos representados (verdecillo, pardillo común y verderón común), así como los herrerillos, mitos y carboneros. Otros nos visitan durante el breve periplo de sus largos viajes postnupciales que se inician en el corazón de Europa y culminan en África subsahariana, o bien permanecen como invernantes hasta que a primeros de marzo sientan otra vez los impulsos que les inciten de nuevo a viajar a sus norteñas latitudes natales, toda una proeza para seres de esqueleto óseo y sangre caliente de tan pequeño tamaño. Sean sedentarios o viajeros se enfrentarán los meses venideros al desafío por la supervivencia. Algunos sucumbirán ante las presiones ambientales responsables del equilibrio ecológico que sólo el hombre altera.  Puede que el gavilán que también visita tímidamente el bebedero les dé caza, pues atesoran en sus cuerpos las proteínas que precisa el ave de presa para no perecer, las cuales han fabricado los pajarillos a través de las semillas, los brotes o los insectos que les sirven de sustento. Son las leyes naturales que permiten que en nuestros campos y bosques la vida se abra paso, con brío, con vigor. Cazadores y cazados forman un todo, un conjunto armónico que permite a nuestra retina contemplar las maravillas de la biodiversidad; todo un espectáculo para el que sepa simplemente mirar y que llenará nuestra mente y nuestro corazón de fascinación, curiosidad, amor e interés por el estudio y conocimiento. Las aves siempre serán un motivo de alegría para nuestro sentir más profundo.



Mito (Aegithalos caudatus); Montánchez (Cáceres), 26 de septiembre de 2015
Carbonero común (Parus major); Montánchez (Cáceres), 26 septiembre 2015
La línea negra longitudinal en la parte inferior sobre el fondo amarillo es un rasgo distintivo en esta especie.
El baño es fundamental para mantener en buen estado el plumaje


Herrerillo común (Cyanistes caeruleus), Montánchez (Cáceres), 26 septiembre 2015.
La especie que con más asiduidad ha acudido estos días al bebedero.
Trepador azul (Sitta europea); Montánchez (Cáceres), 26 septiembre 2015
Petirrojo (Erithacus rubecula); Montánchez (Cáceres), 27 septiembre 2015
Comenzarán a hacerse notar con sus reclamos en campiñas, bosques y jardines procedentes de Europa central y la zona cantábrica.
Pardillo común (Acanthis cannabina); Montánchez (Cáceres), 26 septiembre 2015
Verderón común (Carduelis chloris); Montánchez (Cáceres), 26 septiembre 2015
Verdecillo (Serinus serinus); Montánchez (Cáceres), 26 septiembre 2015

domingo, 20 de septiembre de 2015

Las aves y el hombre II: pasos de otoño y frutos vitales


Trepador azul (Sitta europea); uno de los que nunca se marchan.
Montánchez (Cáceres); 20 septiembre 2015



Petirrojo (Erithacus rubecula). Muy pocos se reproducen en nuestra Extremadura meridional, pero son muchos los que comienzan a llegar en otoño. Ocuparán por millones nuestras dehesas, bosques, olivares y jardines para permanecer con nosotros hasta finales de invierno.
Montánchez (Cáceres); 20 septiembre 2015



Herrerillo común (Cyanistes caeruleus).  Muy común y sedentario en Extremadura, si bien no se descarta la llegada de contingentes norteños.
Montánchez (Cáceres); 20 septiembre 2015
Entre mediados de agosto y octubre todo un espectáculo se nos ofrece en nuestros campos. Son las pequeñas aves canoras que, atravesando Europa en dirección sur, se dirigen a sus cuarteles de invierno africanos. El viaje es largo y pone a estos seres menudos y de sangre caliente al límite de su resistencia. Por ello, aprovechan nuestro benigno otoño para hacer un alto en el camino y alimentarse de los insectos y los frutos que les ofrecen nuestros pagos. Podremos observar estos días a las tarabillas norteñas, los mosquiteros musicales, los papamoscas cerrojillos, las collalbas grises, las currucas zarceras y mosquiteras... junto a ellos, conviven las especies sedentarias, como el trepador azul y el herrerillo común que esta tarde se acercaban a beber y a bañarse en la pequeña charca de Montánchez (Cáceres) junto a otros recién llegados, como el petirrojo, para quedarse  hasta principios de primavera. Precisamente, en el pequeño bebedero ubicado en las sierras centrales extremeñas, también acuden los primeros papamoscas y mosquiteros de este paso migratorio de otoño. La suerte no quiso que pudiera captar con mi cámara al cerrojillo que se acercó a refrescarse, pero os dejo algunas imágenes de los pájaros que sí logré fotografiar.
Nos encontramos en una buena época para iniciarse en la identificación de aves, pues son muchas las especies que podremos observar durante estos días;  momentos en los que comienzan a madurar muchos frutos, silvestres o cultivados, como estos higos que se secan en una pequeña huerta montanchega. La higuera proporciona un reconfortante alimento a las aves que llegan exhaustas de sus largos periplos migratorios, del mismo modo que ha sido clave para la supervivencia de los pequeños campesinos y jornaleros que, no sólo lucharon contra el fantasma del hambre en otros tiempos mediante este energético fruto, pues también era clave en el ciclo del engorde tradicional del cerdo. Los higos eran consumidos por el ganado antes de la entrada en montanera, es decir, antes de la maduración de las bellotas de las encinas, robles melojos y alcornoques. De ese modo, la pequeña curruca mosquitera que se oculta en el follaje aún intacto de la higuera, obtiene un dulce y vital manjar que también aprovechan los hombres desde tiempos ancestrales, pues el área de distribución original de este árbol es ciertamente difícil de precisar, ya que su cultivo en la Europa cálida y el  Próximo Oriente se remonta muy atrás en el tiempo.


Secado de higos.
Montánchez (Cáceres); 20 septiembre 2015

domingo, 23 de agosto de 2015

Podalirio


Iphiclides feisthamelii es una llamativa mariposa de la familia de los Papiliónidos que vuela, generalmente, en dos generaciones. La primera entre mayo y junio y la segunda entre agosto y septiembre. Este ejemplar libaba las florecillas de estas plantas labiadas el pasado 21 de agosto de 2015, muy cerca de una garganta en Acebo (Cáceres), en plena Sierra de Gata. Por la fecha, se trata de ejemplares de la segunda generación, los cuales depositan los huevos de los que nacerán las orugas que hibernarán en su crisálida hasta la próxima primavera. Por su tamaño y sus vivos colores, al contemplarla volar en este pequeño mar de hierba, parece una pequeña cometa. Todo un espectáculo.

domingo, 9 de agosto de 2015

Rana patilarga (Rana iberica, Boulenger 1879)

Ejemplar moteado en el que podemos observar el perfil esbelto y la mancha postocular oscura bien definida.
Garganta de Cuartos; Losar de La Vera (Cáceres), 5 agosto 2015

Este especimen tiene una coloración pálida, sin moteado, y resalta mucho la mancha postocular. También se observan las largas extremidades posteriores que caracterizan a la especie; Garganta de Cuartos, Losar de La Vera (Cáceres), 5 agosto 2015




Ejemplar fotografiado en la Garganta Jaranda; entre Jarandilla de La Vera y Aldeanueva de La Vera (Cáceres)



Aquí podemos observar cómo la mancha postocular también se extiende como una línea gruesa hacia los orificios nasales. También se aprecia el típico pliegue dorsolateral que tienen la mayoría de los integrantes del género Rana; Garganta Jaranda, entre Jarandilla y Aldeanueva.



Este ejemplar de coloración oscura descansa en una roca de la garganta, muy cerca del agua, en un curso fluvial rápido y sombreado por vegetación de ribera donde predominan especies como el aliso (Alnus glutinosa). Dentro del grupo de las ranas pardas, donde se integran otras especies del género como Rana temporaria y Rana Dalmatina, las cuales se ausentan de Exremadura, Rana iberica es una de las más acuáticas.


Esta pequeña rana es un endemismo peninsular, de hecho, sólo la hallaremos en la parte más occidental de la cornisa cantábrica, Galicia, norte de Portugal y el Sistema Central. Del mismo modo, localizaremos poblaciones aisladas en las Villuercas y las Sierras de Montánchez y de San Pedro, prolongádonse su presencia cruzando la raya hasta la portuguesa Sierra de San Mamede. Esta es grosso modo su dsitribución geográfica. Se trata de un anfibio bioindicador, pues exige biotopos con tramos de río de aguas rápidas y limpias, donde se conserve bien la vegetación autóctona de ribera. He notado que en aquellas gargantas donde el caudal disminuye en esta época del año y se conservan charcos en los que el agua se estanca convive con la muy común rana verde (Pelophylax perezi).
Dentro de la Lista Roja de especies en peligro está catalogada como vulnerable, habida cuenta de sus exigentes requerimientos ecológicos.
En todas las gargantas que he visitado entre en 4 y el 8 de agosto he localizado algunos ejemplares, concretamente en las gargantas Jaranda, Naval y Mayor, de Jarandilla de La Vera, Valverde de La Vera y Garganta La Olla, respectivamente, pueblos ubicados en la cacereña comarca de La Vera, la cual ocupa el extremo más occidental del Sistema Central.
La primera vez que la observé fue en agosto de 2013 en Asturias, y el biotopo era similar al de los hallazgos extremeños: tramos fluviales frescos y con aguas limpias.