Trepador azul (Sitta europaea); 12 enero de 2014, Montánchez (Cáceres)
Gorrión común (Passer domesticus); 12 enero de 2014, Montánchez (Cáceres)
La asociación entre el hombre y las aves viene de antiguo, de hecho, hay especies que ya no habitan en sus biotopos originarios, tal es el caso de nuestro vencejo común y de la golondrina americana. El primero sólo ocupa los edificios de pueblos y ciudades y la segunda se ha habituado tanto a las cajas artificiales colocadas ex profeso para que aniden, que ya no crían en ningún
otro lugar. Se cuenta que los pueblos
indígenas norteamericanos colgaban calabazas para que fueran ocupadas por estas
pequeñas insectívoras, iniciándose desde entonces una relación que no se ha
roto.
En Europa, el caso más llamativo de dependencia de una especie del ser
humano lo representa el gorrión común (Passer
domesticus) – como este macho que se acerca al bebedero- el cual tiene dificultades para sobrevivir
fuera o lejos de los medios antrópicos. Por otro lado, especies como el
carbonero común (Parus major), el
herrerillo común (Cyanister caeruleus),
el petirrojo (Erithacus rubecula) y
el trepador azul (Sitta europaea)
como el de la imagen, el cual da buena cuenta de las pipas de girasol colocadas
en el bebedero de La Fontanita (Montánchez), pueden perfectamente vivir ajenos
a nuestra presencia, pues su hábitat es el bosque – atlántico o mediterráneo-
pero se adaptan perfectamente a nuestros jardines urbanos y a paisajes
culturales como la dehesa. En Europa central, las facilidades proporcionadas a
las aves son tales que, en muchos sitios, aves como el carbonero se han
acostumbrado incluso a comer de la mano del hombre y a utilizar buzones de
correo para anidar, aparte de las socorridas cajas anideras. El alimento extra
–artificial- ofrecido a estas especies por los amantes de las aves, seguramente evita
la muerte de bastantes especimenes en coyunturas de frío invernal y
proporcionan a muchas personas la posibilidad de sentir la llamada del bosque; de la naturaleza, a la cual nunca debemos dar la espalda si de verdad pretendemos entender los derroteros por los que caminamos.
Por fortuna, a pesar del vergonzante currículo del homo sapiens, destruyendo y contaminando, podemos decir que la
relación del mono desnudo con las criaturas salvajes no pertenece sólo a los
cuentos de hadas.
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