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jueves, 13 de junio de 2013

Arrozal en las Vegas Altas

Foto: María Jacinta Sánchez

El cultivo del arroz se constata desde hace milenios en lugares como China y Vietnam, donde forma uno de los paisajes culturales más antiguos que se conocen. En Extremadura, la superficie cubierta por este cereal que necesita un suelo permanentemente encharcado ha crecido exponencialmente en las últimas décadas, hasta el punto que la región es la primera productora a nivel estatal. El radical cambio producido tras su implantación se traduce en nuevos hábitats para aves como chorlitejos, andarríos, cigüeñuelas - con una población reproductora importante-  así como agujas colinegras - abundantes en el paso migratorio de primavera- amen de garcillas, gallinetas y pequeñas insectívoras que se refugian y crían en la vegetación que se concentra en los canales, destacando carriceros tordales y pájaros moscones. Tampoco podemos dejar de hablar de los alcaudones, cogujadas, tarabillas y abubillas que merodean en los pastizales cercanos, y de rapaces como los milanos negros, los cuales se prestan a capturar las numerosas ranas que hallan en el arrozal su hábitat predilecto. Así apuntaba este arrozal de Gargáligas (Badajoz) el pasado domingo. Todo se convertirá en un secarral tras la cosecha de agosto.
Si bien es cierto que este cultivo ha introducido efectos positivos en la avifauna al ofrecer un hábitat lacustre antes inexistente, no podemos olvidar que es responsable de la utilización de una ingente cantidad de agua y que ha contribuido a la regresión de las aves esteparias al acabar con los espacios abiertos secos.

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