Macrolepiota procera bajo alcornocal
Mosquitero común (Phylloscopus collybita) merodeando cerca del bebedero
Ejemplar de rana verde común
(Pelophyllax perezi) con pigmentación muy oscura; casi negra.
Los frutos de la torvisca (Daphne gnidium) maduran estos días
3 noviembre de
2013
Tarde soleada
con algunas nubes
La Fontanita;
Montánchez (Cáceres)
Entre 16,40-
18,30 horas
El mes de
noviembre nos recibe con el Día de Todos Los Santos; festividad donde se rinde
culto a los difuntos. No obstante, en
nuestras mediterráneas latitudes, esta fecha del santoral está lejos de
coincidir con una coyuntura ajena a la vida, al contrario, nos sirve para tomar
el pulso a la maduración de los frutos – cultivados o silvestres- pues caquis,
membrillos y granadas se hallan en plena sazón para ser consumidos. Del mismo
modo, las bellotas comienzan poco a poco a adquirir la tonalidad que les permitirá
servir de alimento tanto al ganado porcino, a ovejas y cabras y a jabalíes y ciervos.
La naturaleza
se manifiesta con alegría vital-como en una segunda primavera- por eso, nuestro paseo de
tarde por los alrededores del castillo de Montánchez nos ha deleitado con la
multitud de larvas de tritón pigmeo (Triturus
pigmaeus) que luchan por completar su metamorfosis en el estanque de La
Fontanita, donde, además, un ejemplar de rana verde común (Pelophylax perezi) con pigmentación inusualmente oscura nada con
energía mientras descubro un ejemplar adulto de la primera especie. Los huevos
de los gallipatos (Pleurodeles walt)
se observan en el fondo y una salamandra común (Salamandra salamandra) se refugia en un trozo de corcho flotante
tras, probablemente, caer por accidente al agua. Al contemplar tanta vida
desafiando a los elementos en el estanque -algo fascinante- pienso en las
posibilidades que tiene la conservación de la arquitectura vernácula asociada
tradicionalmente a los usos del agua a la hora de convertir estanques, aljibes
y demás infraestructuras similares en microrreservas para los anfibios.
Alrededor,
entre chaparros y árboles frutales que circundan un huerto, se escuchan los
reclamos de un animado bando de mitos (Aegithalos
caudatus), pajarillos minúsculos y con larga cola de costumbres gregarias
al llegar el otoño. Muchas aves se acercan al bebedero: varios gorriones
comunes (Passer domesticus), algunos
carboneros comunes (Parus major) y herrerillos (Cyanister caeruleus), una hembra de pinzón vulgar (Fringuilla
coelebs) y un nervioso mosquitero común (Phylloscopus
collybita). Cerca, escuchamos a una curruca cabecinegra (Sylvia melanocephala) y a un petirrojo (Erithacus rubecula), cuyo “pit pit” es
uno de los sonidos inequívocos del otoño e invierno extremeños. También resulta
audible el tosco reclamo de la curruca capirotada (Sylvia atricapilla), otro pájaro insectívoro que tras el verano
se desplaza desde Europa central a nuestra plácida región, ocupando millones de ejemplares nuestras
dehesas, olivares y jardines.
Las
vistosas gallipiernas (Macrolepiota
procera) crecen en la húmeda hierba bajo alcornoques y olivos, siendo una
de la setas más espectaculares para el paseante; algo más discretas, pero
abundantes, las volvarias (Volvariella
speciosa), las cuales se dejan ver entre la hierba impregnada de goterones. También los frutos de la torvisca (Daphne
gnidium) y el majuelo (Crataegus
monogyna) exhiben sus frutos rojos, otra muestra de que nos hallamos en fechas de equinoccio.
Nota: En
relación a las larvas de tritón pigmeo, cabe la posibilidad de que se traten de
gallipato; el otro anfibio urodelo que coloniza el estanque, no obstante, me
inclino más por el primero por las características de los especímenes, sin
embargo, las frezas o huevos hallados sí pertenecen a la segunda especie