Hábitat de la ranita meridional
(Hyla meridionalis); finca La Aceña (Fregenal de La Sierra); 5 abril 2014
Esta hembra de ranita meridional merodea desde hace semanas cerca del pequeño estanque de la finca La Aceña, enclavado en una zona de setos, árboles frutales y huertos.
Ya hemos hecho referencia a la arquitectura tradicional identificándola con un rico patrimonio asociado a la capacidad humana para adaptarse al medio haciendo uso, a menudo, de escasos recursos tecnológicos; con elementos asociados no sólo a la vivienda sino también a unos procesos de trabajo responsables de las características de nuestros paisajes culturales. Y es que el mundo silvestre sólo podrá entenderse si aparte de tener en cuenta su dimensión de biodiversidad, se analiza de igual modo su vertiente cultural o antropológica, encarnada en espacios dedicados a la agricultura y la ganadería con todo un elenco de arquitectura asociada que tiende a adaptarse a los constreñimientos ecológicos, insertándose armónicamente en el entorno. En la actualidad, la revisión del concepto patrimonio ha permitido que nuestros textos legales tengan a bien considerar a estos referentes como elementos dignos de ser inventariados, catalogados e incluso protegidos, pues la figura BIC (Bien de Interés Cultural) concede una categoría específica: el Lugar de Interés Etnológico, a las edificaciones o conjuntos arquitectónicos característicos de las áreas culturales donde han surgido, como puede verse en la Ley 2/99 de 29 de marzo de Patrimonio Histórico y Cultural de Extremadura. Mucha de la arquitectura asociada al mundo rural tradicional de nuestra tierra ha perdido centralidad. Como referencia de esto último tenemos a toda la arquitectura relacionada con el aprovechamiento del agua; ese recurso escaso en nuestras latitudes mediterráneas. De ese modo, aljibes, molinos, canales, albercas y cocederos de altramuces nos hablan de un pasado reciente pero también de la posibilidad de que estos adquieran una nueva dimensión como lugares de especial interés para la conservación de la biodiversidad, pues generan microhábitats cruciales para la supervivencia de especies como la aquí representada. Para los niños, visitar el viejo estanque es como penetrar en un fascinante mundo: ranas, tritones, libélulas, caracoles de agua, multitud de insectos acuáticos se unen en una explosión de vida... qué mejor lugar para una clase práctica en Conocimiento del Medio.
Alrededor del estanque, los cantos del chochín (Troglodytes troglodytes) y la curruca capirotada (Sylvia atricapilla) proporcionan un dulce telón de fondo, igual que la presencia de los primeros ruiseñores comunes (Luscinia megarhynchos) llegados de sus cuarteles africanos.